Imposible no compartir

Beyoncé ... lo une todo. Tiene el orgullo de su raza, poder sexual negro, que parece salir de sus caderas enormes, de sus muslos torneados, de su cuerpo enorme. Un talento arrollador en la voz, al punto de atraverse con "At Last", el standard que la gran Etta James llevó a cotas superiores y que hoy sólo pueden abordar las mejores. La energía para estar arriba de la pelota durante dos incansables y bailadas horas. Una banda extraodinaria compuesta sólo por chicas virtuosas. Un trío vocal de apoyo soberbio. La profesionalidad artística de las estrellas norteamericanas, que saben desplegarse por el escenario llenándolo en todo momento y manejando los tiempos de entrada y salida, los cambios de vestuario, la insondable ciencia de la luz. Los recursos para contar con lo último y mejor de la tecnología. Y lo más relevante, lo que hace la diferencia: el manejo de cada uno de los trucos que un artista debe conocer para encandilar masas en el siglo XXI y cuyas reglas básicas son una dosis suficiente de narcisismo como para adorar ser adorada por 13 mil personas eufóricas y el encanto. Encanto que fluye desde un ser humano que, sea verdad o no, parece gozar genuinamente con el roce de otros seres humanos, de modo que en algún momento evoluciona desde la esquina de los cantantes para inventar la esquina de la sacerdotisa de su secta propia cuyo rito es saber tocar, literalmente, a las otras personas.

No conozco prácticamente ni una sola canción de Beyoncé, y no diría jamás que está entre mis artistas preferidas. Pero puedo decir que haber podido ir anoche al Arena fue una fortuna: es uno de los mejores espectáculos que he visto en mi vida. Pedazo de artista.

 

Esto lo escribió una amiga de Face, imposible no compartirlo